MileiCoin: libre mercado para estafar a los propios

El escándalo del memecoin $Libra, promocionado por Javier Milei en su cuenta oficial de X, es mucho más que un simple error de comunicación o una estrategia mal calculada. Es, en esencia, una estafa pública —y lo más irónico es que las principales víctimas son sus propios seguidores, esos libertarios que creen ciegamente en su discurso de "libertad" y "anti-casta".  

 

Milei llegó al poder con un mensaje claro: el Estado es el enemigo, la casta política roba a los ciudadanos y el mercado debe regularse solo. Sus votantes, fanáticos del "capitalismo sin restricciones", compraron esta narrativa con devoción casi religiosa. Sin embargo, cuando el presidente usó su investidura para promover una criptomoneda especulativa, lo que hizo fue inflar artificialmente su valor para que unos pocos se enriquecieran a costa del resto.  

 

El resultado fue el clásico esquema de “pump and dump”: la moneda subió por la promoción de Milei, muchos inversores—probablemente seguidores suyos—compraron entusiasmados, y luego el activo colapsó, dejando en ruinas a quienes confiaron en el mensaje presidencial.

 

El daño es doble: económico y simbólico. No solo hubo gente que perdió dinero por confiar en el presidente, sino que este episodio pone en evidencia una contradicción fundamental en el discurso libertario: cuando el mercado es manipulado desde el poder, ¿sigue siendo "libre"? ¿Dónde queda la supuesta superioridad moral del capitalismo sin intervención si el propio presidente utiliza su posición para distorsionar la economía en beneficio de unos pocos?  

 

 

Desde su cuenta de twitter intento minimizar el hecho, argumentando que solo estaba “difundiendo una iniciativa privada” y que “no estaba interiorizado del todo”. Sin embargo, cuando el jefe de Estado de un país menciona un activo financiero en su cuenta oficial, está promoviendo una inversión de facto. Si un CEO de una empresa cotizante hiciera algo similar, probablemente enfrentaría demandas y sanciones por manipulación del mercado. ¿Por qué entonces un presidente debería quedar exento de consecuencias?  

 

La oposición ya ha solicitado una investigación, y algunos legisladores incluso han propuesto un juicio político, argumentando que el mandatario podría haber incurrido en delitos como estafa, malversación de fondos y lavado de activos.

 

 

Más allá de lo financiero, este escándalo plantea un interrogante aún más inquietante: ¿qué significa para la democracia que un presidente utilice su poder para jugar con el mercado en beneficio de intereses privados?

 

Históricamente, los líderes populistas han manipulado la economía de distintas maneras, pero lo que Milei hizo con el memecoin es una novedad peligrosa: no intervino desde el Estado, sino desde su figura personal, en un intento de demostrar que el mercado se autorregula. Sin embargo, lo que terminó ocurriendo fue un abuso de poder con consecuencias reales para ciudadanos comunes.  

 

Si Milei fue capaz de hacer esto con una criptomoneda de dudosa procedencia, ¿qué le impide manipular otras áreas económicas de la misma manera? ¿Cómo afecta esto la confianza en las instituciones? ¿Qué otras decisiones pueden estar impulsadas por intereses privados en lugar del bienestar de la población?  

 

Este episodio no es solo un escándalo financiero, sino un síntoma de algo más profundo: el vaciamiento de la política y el uso del poder como un instrumento de especulación personal. La pregunta que queda en el aire es: ¿seguirá su núcleo duro justificándolo, incluso cuando los estafados son ellos mismos?

 

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