Las Big Tech y su Giro a la Derecha: Pragmatismo, Poder y Oportunismo

Las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos construyeron su imagen sobre valores de innovación, diversidad y progreso. Durante años, su retórica se alineó con el liberalismo y las causas progresistas, apostando a la inclusión y a la corrección política como parte de su ADN corporativo. Sin embargo, el reciente giro político en el país, con el regreso de Donald Trump al poder, ha generado un cambio de estrategia: cada vez más, las Big Tech parecen estar acomodándose a una agenda más conservadora. ¿Qué motiva este viraje? ¿Es solo una cuestión de negocios o hay algo más en juego?

Las empresas de tecnología dependen en gran medida del gobierno de turno. Durante la administración de Biden, enfrentaron investigaciones antimonopolio agresivas, intentos de regular la inteligencia artificial y debates sobre la privacidad de datos. En contraste, el gobierno de Trump, si bien tuvo roces con algunas de ellas, aplicó una política más laxa en términos de regulación. Ante este panorama, no es sorprendente que las Big Tech comiencen a hacer gestos hacia la derecha: el objetivo es evitar sanciones, obtener beneficios fiscales y asegurar su crecimiento sin trabas gubernamentales.

El caso de Elon Musk con Twitter (ahora X) es un claro ejemplo de este fenómeno. Musk, antes considerado una figura neutral o incluso progresista, ha abrazado discursos anti-woke, criticando duramente la corrección política y acercándose a sectores conservadores. Otros empresarios tecnológicos están tomando nota de su estrategia y adaptándose a un nuevo equilibrio de poder

Si hay algo que las grandes corporaciones han demostrado a lo largo del tiempo, es su habilidad para moldear su imagen según lo que más les convenga. Durante el mes del Orgullo, por ejemplo, las marcas tecnológicas visten sus logos de arcoíris, lanzan campañas de inclusión y hacen promesas sobre diversidad. Sin embargo, cuando los vientos políticos cambian, su compromiso con estas causas se vuelve cada vez más superficial.

El marketing de la diversidad ha sido, en muchos casos, una estrategia de ventas más que un reflejo de valores auténticos. Mientras en Occidente estas empresas se muestran como aliadas de la comunidad LGBT+, en países donde la homosexualidad es penalizada, evitan cualquier referencia a la diversidad para no afectar sus mercados. Es decir, el compromiso tiene un límite: el de los beneficios económicos.

En este sentido, el giro hacia la derecha conservadora responde a una lógica similar. Si el contexto político y económico favorece una postura más tradicionalista, las empresas no dudarán en ajustar su discurso para no perder privilegios ni influencia.

En los últimos años, ha crecido una reacción contra lo que se ha denominado "capitalismo woke": la idea de que las empresas deben alinearse con causas progresistas para mejorar su imagen y atraer consumidores. Sin embargo, con el ascenso de nuevas figuras conservadoras y una mayor polarización política, muchas compañías han comenzado a replegarse, temiendo un backlash (reacción negativa) de parte de inversores y clientes más tradicionalistas.

Los grandes accionistas, en muchos casos, buscan estabilidad y rentabilidad por encima de la corrección política. La cultura corporativa de las Big Tech está cambiando, y el regreso de Trump al poder solo acelera este proceso. Menos discursos sobre inclusión y más énfasis en la reducción de regulaciones, los beneficios fiscales y la expansión global sin restricciones.

Las Big Tech no tienen lealtad ideológica; su única lealtad es hacia sus propios intereses. Si durante años construyeron su marca sobre valores progresistas fue porque eso les servía para atraer talento y consumidores jóvenes. Ahora, con un clima político distinto, ajustan su discurso y sus alianzas para asegurar su futuro.

El giro hacia la derecha conservadora de estas empresas no es un cambio de convicción, sino una muestra más de su pragmatismo. Hoy, la agenda progresista es un accesorio de marketing; mañana, podría ser descartada si las condiciones así lo exigen. En el mundo corporativo, los valores son flexibles, pero el dinero y el poder siempre mandan.  

 

 

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